
Sándalo oculto
Los helechos se agitan al contacto de una presencia invisible. ¿Quién va allí? El borde de la maleza palpita, invitando a los amantes de los cuentos y las historias de lunas, plumas y buenos samaritanos al refugio de un bosque milenario. Sherwood. Un palacio botánico en el que cada raíz esconde un tierno brote, cada variedad de árbol sorprende por su corteza parecida a la piel. Suave y dulce como el absoluto de azahar. Como la rosa. Los pájaros sostienen conciliábulos en sus nidos, espiando y chillando sobre Robin. Las copas de los árboles intercambian secretos de pimienta rosa y aceite de semilla de zanahoria. Sólo el cedro los conoce. ¿Dónde se esconde el codiciado tesoro? De repente, una flecha vuela por el medio de un sendero bordeado de capullos de grosellero negro. Pasa rozando el abedul y deja una estela impregnada de aceite de sándalo que se desliza entre las hojas, se abraza a los troncos, aprovecha cada pizca de aire tembloroso para hacer notar su presencia. Señala el destino, marca el camino hacia una fragancia: tan generosamente discreta, tan gloriosamente viva como el bosque anfitrión.