
Memoria
El despertar del dragón imperial. En sus ojos chispea un fuego helado. Aceite de naranja. Se eleva por encima de mi taza de té rojo. Su aliento un torbellino de bergamota. Su sombra trémula se cierne sobre el salón de honor en el que me encuentro. De repente, sube la temperatura. La atmósfera cítrica da paso a la madera intensa. Coge impulso y sale del palacio como un fogonazo. Benjuí. ¿Qué busca? Fuera, de pronto, deja de nevar. Lo vislumbro a lo lejos, sigue la Gran Muralla china, serpentea con ella. El dragón está exultante, ebrio de libertad. Siembra una primavera perpetua, de té de yerba mate y pomelo, dejando tras de sí la intensidad apasionada del ámbar y la vainilla. Winter Palace ha liberado a su emisario, un rey dragón alado y tenaz, con un rastro de fuego.